"El bar del gallego está perdido en una de las esquinas del barrio “La Junta”; barrio de gurises descalzos y rompe siestas en verano y de viejos con olor a ginebra ó grapa miel en invierno. El gallego, veterano petiso, canoso, de cabeza con forma geométrica irregular, tiene un par de ojos azules gastados que hablan por si solos y una panza redonda caída sobre el vientre que parece va a reventar en cualquier momento junto con el cuarto botón estrangulado que presagia un monstruoso estallido inminente de la camisa impecable, seguramente se fue criando la enorme esfera durante las buenas épocas de tertulias alcohólico-amistosas, mientras que su piel áspera llena de grietas así como toda ésa apatía y melancolía que se desplazan constantemente como una baba por su rostro, datan de unas no tan buenas horas. Parece que nació detrás del mostrador de su bar, pero todos saben que él llegó a La Junta corrido por las guerras, en un barco gringo, cuyo capitán negrero al decir por el gallego era el propio demonio, ya que disfrutaba de costumbres y manías propias de una capitalista bestia despiadada, más que de un buen hombre. Seguramente fueron éstas, junto con otras experiencias de amor y de odio, de muerte y de vida, las que educaron su existencia hambrienta de filosofía, a la que con los años sustituyó por una vulgar acumulación de vivencias que guardó religiosamente como fuente de verdad absoluta."
"La conquista" (Fragmento)
Robert Urgoite
Mientras leía este fragmento pensaba en el hombre, tal vez el hombre fraybentino, que tiene para contar enormes historias casi épicas, cuando era el obrero de la cocina del mundo, o cuando le tocó construir su sociedad. Algunos relatos aun tiemblan en la mente de ancianos o quedan bulliciosamente presentados en anécdotas con un lenguaje tan fluido que se nota tocado por una ruda experiencia. Pero, misteriosamente, a ese otro hombre genérico le ha sido dado sentirse como un recuerdo extasiado de lo que nunca quiso ser: un extranjero pensado por otro.
José Jorge
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