lunes, 23 de agosto de 2010

CABELLOS

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Nada fino se piensa. Nada
de lo que se piense grasoso, con ángulos,
cartones, juguetes podridos de niños
encima de los techos de chapa, sucede realmente.

Asoman con minúsculo trajín, un pelo, luego otro,
hervideros de alondras de alquitrán,
como una ronda bestial y porfiada de hilos saltones.

Cada día por pelo en tu cabeza, cada
cuerpo lanar pelando su cordero. Cada histérico
se acusa de locura en un cuarto de ideas
tan oblicuo que nunca debería cruzarse ni una línea.
Uno apronta sus bordes con ternura,
yema en el graso, pestaña, vellón. De nada sirve.

Los pelos de los pueblos se arrancan, los pelambres
de mirantes caen desde los ventanales,
todos juntos, sin saberlo, se rascan las cabezas.

Se atrofian manotazos los pelos, cada cual
despide a su vástago lloroso
con ondulada y sabia pastosidad.

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Nada fino se piensa.
Y en las largas cabelleras las ideas
toman la rutina del desequilibrio.

Se arañan se lavan entre todos, se sacuden
queriendo, los pelos, sostenerse de sus cráneos apagados,
con locura torrada, las ideas arrancan cabello por cabello.

Se tiran al piso se aceleran, se deshacen en guerras
las ideas, cada una en su pelo que relincha,
cada una con crin salvaje en mano, cada cual
con su espuela agotadora
toma un pelo que explota como un cerebro sobre su vecino.

Hay acuerdos morales, pero nunca
los pelos se saben de memoria
los límites antes conversados,
y a la primer emboscada canina de una idea
vuelven todo a alborotarse los cabellos.

Cada hebra arrancada por su idea
con su cuerpo encarnado, vuela un poco
y luego es perforada en la cerda de su labia
por un gancho.

Caen rabiosos raspando sus molares
con enojo, con odio, los morosos pelos.

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Los viejos pelos
se asustan en bandadas
y se agitan con temblor, algunos parten sus pezuñas en la huída,
tanteando madrigueras, cunetas capilares de cueros. No hay.
Solo un laxo poblado valle blanco
y una ramificación ciclópea de vasos sanguíneos.

Se amputan con terror de locura acartonada
pelo por pelo, lloriqueando, las ideas.



José Jorge

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