viernes, 26 de marzo de 2010

CONSIDERACIONES SOBRE INSTITUCIONALIDAD CULTURAL EN URUGUAY Robert Urgoite

La información de las siguientes consideraciones fue extraída de una publicación realizada por el MEC en el 2009 llamada “Institucionalidad Cultural en el Uruguay”. La misma surgió de la articulación entre DNC, UNESCO, MERCOSUR Cultural, OEA y UDELAR en lo que fue un seminario internacional sobre institucionalidad cultural, realizado el 26 y 27 de octubre del 2007 en sala Balzo del complejo SODRE.


(Primera parte)
Genealogía de la institucionalidad cultural. Antecedentes Institucionales en América Latina

La palabra cultura necesita ser contextualizada para dar lectura a connotaciones y denotaciones que le han dado sentido en la historia de las sociedades. Comenzaré por analizar sintéticamente la relación entre instituciones públicas y la palabra cultura a finales del S. XIX y principios del S. XX. Según Juan Luís Mejía (colaborador durante treinta años en la institucionalidad cultural de Colombia, impulsor de la transformación del Instituto de Cultura a lo que actualmente es el Ministerio de Cultura) la institucionalidad Cultural se basaba en cuatro ejes vinculados al proceso civilizatorio en America Latina y el Caribe:

Ø Bibliotecas Nacionales (generadoras de sentido con respecto a la lectura y el libro, podríamos hablar de una hermenéutica).
Ø Museos (con la misión institucional de consolidar mitos republicanos).
Ø Archivos Nacionales (vinculados fundamentalmente a relatos de clérigos pertenecientes a la época colonial).
Ø Teatros Nacionales como espacios de reflejo especialmente del arte europeo.

Estos cuatro ejes están vinculados íntimamente con el proceso civilizatorio y desprendimiento del modelo colonial en una búsqueda de un modelo que refleje las costumbres y valores europeos, como lo ilustra el Facundo de Sarmiento con la dicotomía: civilización/barbarie. Recomiendo leer “La historia de la sensibilidad en Uruguay” de José Pedro Barrán para reconocer este proceso en términos específicos en Uruguay. Entonces, la cultura a finales del S. XIX y principios del S. XX era un espacio en donde se intentaba reproducir el modelo europeo, lo vemos claramente en las obras sinfónicas de la época así como en la opera, también lo vemos en el repudio de expresiones populares precolombinas que transversalizan América como por ejemplo los festejos de carnaval; los intentos de ilegalización del mismo a través de leyes y decretos, como bien lo expresa José Pedro Barrán en el segundo tomo de La Historia de la Sensibilidad en Uruguay. La dicotomía entre cultos e incultos impulsó todo un concepto al respecto, en donde subyacían ideales derramados por el positivismo europeo en una concepción lineal y progresiva de la historia. La cultura como un bien que se tiene o no se tiene, también puede ser observada en el modelo Sanitario de la época, en donde la salud era visualizada como la ausencia de enfermedad o, lo que es lo mismo, estaba enfermo el que no tenía salud. El concepto de cultura es así asociado a las instituciones educativas en las primeras décadas del S. XX y el disciplinamiento intelectual es acompasado con un disciplinamieto en concepciones estéticas y artísticas. Un ejemplo puede encontrarse en la pionera Constitución de Querétaro en Méjico en 1917, que incorporó a la educación la formación en bellas artes. Es recomendable leer Michel Foucault para entender las funciones de la disciplina en la hegemonía de un sistema así como “Los aparatos ideológicos del Estado” (AEI) de Althusser. Aún podemos ver como existe un culto a “la cultura” en ciertos espacios asociados a la misma.

En las décadas del veinte y del treinta la llegada a América de muchos inmigrantes que escaparon del nazismo y del franquismo, impulsó nuevas corrientes intelectuales, aportes que provenían de epistemologías discontinuistas fundamentalmente. Nuevas corrientes de pensamiento sobre disciplinas que ya estaban, por ejemplo el surgimiento de la Psicología social en el Río de la Plata y también el comienzo de la Etnografía que iba a romper con el dualismo de cultos e incultos. La cultura pasó de ser un bien (hombre portador de cultura) para ser pasible de ser despertada, surgió el proceso de reconocimiento y desde allí reivindicaciones como por ejemplo el Indigenismo y el Indianismo (al respecto recomiendo http://www.kattari.com.org/).

Luego de la Segunda Guerra Mundial existió un cambio aun más marcado en la institucionalidad cultural, desde la normativa internacional se reconoció a la cultura como un derecho humano (así lo hizo la ONU en 1948) y la idea de progreso fue poco a poco interpelada por la idea de desarrollo. Progreso significaba: culturas uniformes, homogéneas, adversas a la diversidad y en concordancia con el proceso de industrialización.

En la década del sesenta se profundizó el deterioro de la soberanía nacional o lo que se ha llamado la crisis de los estados-nación, estos pasaron a ser funcionales a un orden que cada vez fue más global, se mundializaron las relaciones, al decir de Tony Negri y Michael Hardt en su obra “Imperio”, allí el desarrollo cultural se asoció desde la normativa internacional al reconocimiento de la diversidad y ocurrió una paradoja muy interesante en América: se salió a buscar una identidad y se descubrió que no existía, ya que los Estados se habían construido bajo los falsos supuestos de homogeneidad cultural, implícitos bajo el concepto de nación. Ahora, el problema es reconocerse desde lo diverso, ya que la institucionalidad cultural, aunque reconoce la diversidad, sigue interpelando desde lo homogéneo y la diversidad mínimamente comienza a pernear las estructuras de los estados.

En la década de los ochenta y fundamentalmente en el cuestionamiento de las democracias representativas, en favor del modelo de las democracias participativas, surgió otro concepto que luego se asociaría a la cultura institucional y era el de participación: derecho a participar en la cultura. El Estado como representante de intereses colectivos debía propiciar la participación, en cuanto a la creación artística debía adoptar un rol pasivo, ya que esta estuvo (y está) indisolublemente asociada a la libertad. Cuando el Estado interviene en tales procesos, censura o cae en dirigismo, también se plantea un problema similar en cuanto al patrimonio de los Estados, ya que este ha sido depositario de una fuerte carga ideológica con tendencia hegemónica, que excluyó a la gran mayoría de minorías y de memorias.

Actualmente existe una incipiente institucionalidad en América, de alguna forma también estamos en un proceso de superación del vacío institucional que significa enunciar derechos y no tener la capacidad de garantizar sus desarrollos. El solo acceder a una cultura resulta escaso para hablar de política cultural, también existe la necesidad de socializar y democratizar participativamente para que la diversidad de las culturas pueda ser disfrutada.

Actualidad Institucional en América Latina

Según Xavier Finaen (participante del Consejo de Artes de Cataluña) existen dos modelos predominantes en la actualidad de las instituciones públicas asociadas a la cultura: uno es el modelo de cultura francés, creado en 1959 por De Gaulle y otro es el modelo anglosajón creado en 1946 por John Maynard Keynes. El modelo francés es centralista y algunas de sus posibles debilidades son: el uso partidista de la cultura, elaciones clientelares, falta de transparencia y una mirada excesivamente a corto plazo marcada por calendarios electorales. El modelo anglosajón que es autonomista, goza de transparencia y de medición de cuentas y riesgos, pero tiene como debilidades fundamentales la pérdida de control sobre el cumplimiento de objetivos y exceso de corporativismo en la toma de decisiones. Estos dos modelos se mezclan y sintetizan de acuerdo a la particularidad de los territorios.

Institucionalidad Cultural en los “Uruguay actual”

En Uruguay y desde el 2007 se plantean dos ejes transversales de trabajo en lo que refiere a instituciones públicas: la descentralización y la participación como estrategia para promover cohesión social frente a la fragmentación, y la emergente necesidad de capacidad para reconocer y garantizar el desarrollo de las diversidades. Es decir, se da un re-perfilamiento del Estado ya que, el estudio de la forma y la funcionalidad de la institucionalidad, se ha dado históricamente desde una perspectiva instrumental y nunca desde sus contenidos. Por esto mismo es necesario preguntarse:

¿cuáles son las principales características de la institucionalidad pública cultural del Uruguay?
¿estamos en condiciones de asumir las responsabilidades/derechos para ejercer políticas y acciones que promuevan y garanticen identidad y diversidad cultural?
¿estamos organizados como para cumplir con los principios de transversalidad, complementariedad y especificidad?

A la luz de una normativa internacional que propone como data desde 2007 la convención organizada por UNESCO sobre la “protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales vigentes que reitera los derechos soberanos de los Estados a conservar, adoptar y aplicar políticas y medidas que estimen necesarias para promover la diversidad de las expresiones culturales en sus respectivos territorios”, es necesario discutir los binomios identidad-diversidad, centralidad-descentralización.

Uruguay presenta características coyunturales, generalizables a la mayoría de los territorios que se ubican en el tercer mundo:

-Aceleración de la globalización con las consiguientes tensiones en aspectos económicos, tecnológicos y culturales que amenazan la sustentabilidad de una sociedad.
-Perdida de capacidades del Estado-Nación frente a un orden mundial determinado por la hegemonía de la homogeneización de valores.
-Proliferación de catástrofes humanas, deportación, genocidios de pueblos enteros y con esto la sensación de miedo generalizado frente al cambio constante.
-Los problemas que emergen del modo inarmónico de relacionamiento entre modos civilizatorios y los sistemas ecológicos.
-La explosión de las Tics (tecnologías de la información y comunicaciones) acompasado por la velocidad vertiginosa del desarrollo digital.

Estas características hacen un bosque, un paisaje dinámico, vital, acelerado, contradictorio y complejo; desde ahí la necesidad de desplegar políticas participativas, integrales y descentralizadas. Tradicionalmente los problemas del estado uruguayo, a la hora de desplegar políticas públicas asociadas a lo cultural, han estado sujetos a la rotatividad de personas, impidiendo establecer políticas culturales de Estado. Ha habido una larga desatención y no provisión de recursos humanos de cara a la innovación en materia de gestión cultural. Un marco normativo desactualizado que alcanza el control de los gastos públicos. También la perforación de fondos, es decir cuando las orientaciones de fondos no garantizan el curso de la aplicación práctica.

Nos encontramos frente al desafío de que el Estado pueda propiciar la autonomía de la institucionalidad cultural, generando políticas de Estado: A) La obligación de no intervenir en el ámbito de la creación artística, en el marco de la determinación por la cultura dominante. Esto hace que los límites sean complejos y los intereses difusos, generando tensiones en las que hay que reparar. B) Rechazar la idea de valor oficial, entendiendo por ello la orientación estética de las autoridades de turno. Se deben de analizar las dimensiones culturales de las políticas económicas para entender y generar condiciones para el desarrollo humano. Corremos con la desventaja de que el tema cultural ha sido marginal en la agenda pública y esto acarrea problemas no menores que radican en no haber sabido tener el nivel de participación e interlocución necesarias para que el debate cultural se insertara en el debate social, generando pasividad y paternalismo.

Desde el 2007 se comienzan a generar innovaciones en nuestra institucionalidad cultural como lo son: fondos de incentivos fiscales, fondos concursables, ley del cine, usinas culturales, plan cardal y centros MEC. No obstante es nuestro desafío poder orquestar dichas políticas en lo departamental, fundamentalmente, actualizándonos en materia de recursos logísticos y humanos para estar a la altura de las circunstancias.

Robert Urgoite
Pintura: Ricardo Sarachaga Olivo

1 comentario:

Alvaro Escobar dijo...

Eh participado en distintos talleres de formación para la apertura de la cultura, en el sentido germinal de la palabra, pero no ah dado resultado, creo que se malinterpretó el tema, pero no por ser un tema que da para hablar, sino que se perdió el rumbo de para y con que, para quienes y desde donde, creo que esa es la punta del iceberg donde se tiene que pensar la cultura, porque sino caemos en las clasicas " manifestaciones artisticas", que son parte pero no expresan ningun "cultivo" en si mismo, porque no tienen componente hereditario,memoria ni aprehendizajes en ámbitos de diálogo para una cultura de vanguardia en convivencia con las viejas escuelas y fortalezas donde se ah INTENTADO culturizar.